Los colombianos somos una población profundamente católica. Cada día, al pasar frente a una iglesia, una cruz o una imagen religiosa, nos persignamos. Además, es común pedir tres deseos cuando visitamos un templo por primera vez y cumplimos con los sacramentos que nuestra doctrina dicta, incluso si nunca volvemos a ver al padrino que nos bautizó.

Nuestra infancia estuvo marcada por el sonido de campanas al mediodía y las peregrinaciones de nuestras abuelas a los icónicos templos llenos de historias místicas y milagros. Colombia, por su diversidad de flora, fauna, paisajes y su gente amable, se ha convertido en un destino turístico por excelencia. Ofrecemos playas paradisíacas, selvas exuberantes, desiertos misteriosos y nevados majestuosos. Pero también tenemos una herencia colonial que nos regaló una arquitectura hermosa y digna de destacar, y cinco templos se han convertido en parada obligatoria tanto para turistas locales como extranjeros, ya sea por su historia o su majestuosa construcción.

Santuario de Las Lajas, situado en el corregimiento de Guáitara, en el municipio de Ipiales, departamento de Nariño, es un ejemplo. Este templo de estilo neogótico se alza sobre el cañón de Guáitara y es un monumento imponente dedicado a Nuestra Señora de las Lajas. En 2017, el periódico The Telegraph lo consideró una de las iglesias más bellas del mundo. Su fama se debe a su arquitectura única, la leyenda de la aparición de la Virgen María y un misterioso mural cuyos orígenes aún son desconocidos. Según la tradición, en 1754, la Virgen María se apareció a una mujer y a su hija sordomuda mientras pasaban junto al río Guáitara en medio de una tormenta. Invitadas por una fuerza sobrenatural, entraron en una cueva y vieron la imagen de la Virgen en una de las paredes. Esta experiencia sanó a la niña, quien, milagrosamente, recuperó la voz. El templo es conocido como “el Milagro de Dios sobre el abismo” y atrae a miles de visitantes cada año.

Otra historia asombrosa es la de la Basílica del Señor de los Milagros, en el departamento del Valle del Cauca, municipio de Buga. Este lugar de peregrinación es conocido por su Cristo Negro que se cree concede milagros. Según cuenta la leyenda, una humilde anciana de origen indígena estaba ahorrando para comprar un Cristo. Sin embargo, cuando finalmente tenía el dinero, vio a un padre de familia llorando porque necesitaba dinero para evitar la prisión. La anciana, en su generosidad, le ofreció su dinero y postergó la compra del Cristo. Días después, mientras lavaba ropa en el río, encontró un crucifijo de madera que llevó a su casa y colocó en un altar improvisado en una caja de madera. Una noche, la anciana escuchó golpes en el lugar donde guardaba la imagen y, al revisar, notó que el Santo Cristo y la caja habían crecido notablemente en tamaño. Este evento marcó el inicio de la devoción al Cristo, que finalmente se convirtió en una imagen de gran veneración. En 1907, se comenzó la construcción del primer templo, y en 1937, se le otorgó el título de Basílica. Este lugar es un destino de peregrinación y congregación para fieles de todo el mundo que buscan milagros y bendiciones.

Mientras algunas de nuestras iglesias tienen historias de milagros y leyendas místicas, otras se destacan simplemente por su espléndida arquitectura y su impacto en el mundo de la cultura y el turismo. Tal es el caso de la Catedral de Sal de Zipaquirá, ubicada a pocas horas de Bogotá y a 185 metros de profundidad, dentro de una mina de sal en el municipio de Zipaquirá, Cundinamarca. Esta construcción inusual es considerada una de las siete maravillas de Colombia. Fue construida por mineros que, antes de iniciar su jornada laboral, rezaban en la pequeña capilla que ellos mismos habían construido. La catedral ha estado al servicio del público desde el 15 de agosto de 1953. En su interior, se pueden admirar impresionantes esculturas religiosas talladas en sal y mármol. La Catedral de Sal es un logro notable de la arquitectura colombiana y forma parte de un complejo temático conocido como el “Parque de la Sal”, que atrae a turistas nacionales e internacionales interesados en la religión y las ciencias geológicas.

La Iglesia San Pedro Claver, ubicada en Cartagena de Indias, en el departamento de Bolívar, es otro ejemplo de la riqueza arquitectónica de Colombia. Esta iglesia lleva el nombre del sacerdote español San Pedro Claver, conocido como el “santo de los negros” debido a su dedicación a la defensa de los derechos humanos de las personas de ascendencia africana en la época colonial. Fue construida por sacerdotes jesuitas y se encuentra en el centro histórico de la ciudad amurallada, declarado Patrimonio Nacional de Colombia y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La construcción de la iglesia llevó 70 años debido a la dificultad de lograr una fachada colonial y un estilo arquitectónico impactante. Su altar mayor es de mármol italiano y alberga las reliquias de San Pedro Claver en una urna de bronce dorado y vidrio, un regalo del Papa León XIII. Bajo el retablo, se encuentra un gran santuario de cristal que contiene el cuerpo de San Pedro Claver.

Además de sus historias milagrosas y su importancia religiosa, nuestras iglesias también son testigos de los momentos más importantes en la vida de las parejas. Muchos novios eligen iglesias como escenario para sellar su amor y recibir la bendición de Dios, sin importar su religión. Sin embargo, hay una iglesia que, según la leyenda, las parejas deben evitar si desean casarse: el Santuario del Señor Caído de Monserrate, ubicado en la cima del cerro de Monserrate en Bogotá. Este lugar, de estilo neogótico y construido con la colaboración de miles de peregrinos, ha sido testigo de muchas historias y creencias populares. Se dice que espíritus silenciosos habitan los cerros que rodean al Señor Caído, y algunas personas aseguran que el Cristo de Monserrate crece en tamaño y peso en diferentes momentos. Además, existe la creencia de que las parejas que visitan el Santuario nunca llegan a casarse. A pesar de estas historias misteriosas, el Santuario del Señor Caído de Monserrate sigue siendo un destino turístico importante y un lugar de devoción religiosa.

En resumen, Colombia es un país con una rica tradición católica y una herencia arquitectónica que deja una impresión duradera en los visitantes. Estos templos, ya sea por sus historias milagrosas, su arquitectura impresionante o su importancia cultural, son testigos de la fe y la historia del país. Preservar estos lugares y su historia es una tarea importante, ya que ofrecen una puerta de entrada para que los visitantes conozcan la riqueza cultural y religiosa de Colombia y, al mismo tiempo, pueden contribuir económicamente a las comunidades locales que dependen del turismo.

En definitiva, estos templos emblemáticos de Colombia son tesoros que merecen ser descubiertos y apreciados, no solo por su valor espiritual, sino también por su belleza arquitectónica y su importancia en la historia y la cultura de nuestro país.

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